"Un
Estado y Medio” el Acuerdo del Siglo que ofrece Trump
El
plan de paz de Trump para israelíes y palestinos que llama“Acuerdo
del Siglo” es "desequilibrado". Trump ofrece
“UN ESTADO Y MEDIO” (sin
agua, sin luz, sin territorio, sin soberanía, sin libertad de
movimiento y sin capacidad para quejarse ante foros judiciales
internacionales contra Israel o los Estados Unidos”.
“SIN NADA”, pero mucha muerte, de niños y…ruinas)
31
Enero 2020
Derechos
humanos
El
relator especial de la ONU encargado de los derechos humanos en
territorio palestino indica que el llamado “Acuerdo del Siglo”
por el presidente estadounidense “no es equilibrado”. Michael
Lynk insta a la comunidad internacional a condenar abiertamente la
aprobación del plan que permitiría que #Israel se anexionara parte
del territorio palestino. (aquí)
La
farsa del 'plan Trump' en Palestina
Puede
suponer un peligroso precedente internacional, al validar la anexión
de facto de un territorio conquistado por la fuerza
Tira
a la basura de la historia las disposiciones del derecho
internacional, toda una biblioteca de resoluciones de la ONU (Israel
No ha cumplido ninguna) y todos los acuerdos alcanzados entre
los líderes israelíes y palestinos desde las negociaciones de Oslo
en 1995. Verlo aquí
|
La
foto de arriba fue posible por la existencia de la agencia
fotográfica Staff que tuve el honor de dirigír y la aparición en
Madrid de un joven asturiano que quería comerse el mundo. Se llama
Javier Bauluz. Esta foto abrió su camino y refleja perfectamente la
lucha del pueblo palestino, “Piedras contra tanques”. Esta foto
se publicó en todo el mundo. Unos años después Javier Bauluz fue el primer español que ganó el "Premio Pulitzer" de Fotografía.
”Revuelta de las Piedras”
La
Primera Intifada (en árabe,
انتفاضة,
«sacudida», «agitación») o “revuelta
de las piedras” (recibe este nombre por la notoriedad
que cobraron las piedras como elemento de defensa de los jóvenes
palestinos en contra del Ejército Israelí) fue un movimiento
popular en Palestina en contra de las fuerzas de ocupación israelíes
con el objetivo de poner fin a las asfixiantes condiciones sociales
en que vivían los palestinos.
La
Intifada surgió como reclamo popular al asesinato de cuatro
trabajadores palestinos del campo de refugiados de Yabalia, que
fueron embestidos por un camión militar israelí el 9 de diciembre
de 1987. (verlo aquí)
La carencia de armamento de los palestinos obliga y al tirachinas le han añadido las ondas
Piedras y neumáticos ardiendo eran las armas que el ejército israelí consideró esta vez tan peligrosas como para abrir fuego real contra la muchedumbre.
Y gobierno de Israel respondió provocando horror,
“Destrucción
y muerte”
|
"Incomprensible es ver como copian el nazismo"
Palestina:
el desastre permanente
por José A. Gaciño
Gaza, el campo de concentración en el que se hacinan dos millones de palestinos “sin trabajo, sin comida, sin remedios, con hospitales y colegios en ruinas, con edificios derrumbados, sin agua, sin esperanza” (en palabras textuales de Mario Vargas Llosa,
Gaza, el campo de concentración en el que se hacinan dos millones de palestinos “sin trabajo, sin comida, sin remedios, con hospitales y colegios en ruinas, con edificios derrumbados, sin agua, sin esperanza” (en palabras textuales de Mario Vargas Llosa,
por José A. Gaciño
Los palestinos bautizaron como Naqba (“desastre”) la fecha de la proclamación del estado de Israel (14 de mayo de 1948, hace ya setenta años), una fecha que significó el desplazamiento de cientos de miles de palestinos fuera de sus hogares (millones ya, contando a los descendientes) y el comienzo de una larga y muy desigual guerra que no tiene trazas de acabar nunca. En la conmemoración de la Nqba, del 14 de mayo de 2018, el balance de bajas fue de sesenta palestinos muertos y más de dos mil heridos, una cifra que venía a completar un total de 114 muertos y más de diez mil heridos en las siete semanas de marchas de protesta que se habían desarrollado junto a las alambradas y muros que delimitan Gaza, el campo de concentración en el que se hacinan dos millones de palestinos “sin trabajo, sin comida, sin remedios, con hospitales y colegios en ruinas, con edificios derrumbados, sin agua, sin esperanza” (en palabras textuales de Mario Vargas Llosa, nada sospechoso, que quedó impresionado por la situación de Gaza, en una visita que hizo con su hija Morgana en 2005, una situación que, desde entonces, ha seguido empeorando).
Los palestinos bautizaron como Naqba (“desastre”) la fecha de la proclamación del estado de Israel (14 de mayo de 1948, hace ya setenta años), una fecha que significó el desplazamiento de cientos de miles de palestinos fuera de sus hogares (millones ya, contando a los descendientes) y el comienzo de una larga y muy desigual guerra que no tiene trazas de acabar nunca. En la conmemoración de la Nqba, del 14 de mayo de 2018, el balance de bajas fue de sesenta palestinos muertos y más de dos mil heridos, una cifra que venía a completar un total de 114 muertos y más de diez mil heridos en las siete semanas de marchas de protesta que se habían desarrollado junto a las alambradas y muros que delimitan Gaza, el campo de concentración en el que se hacinan dos millones de palestinos “sin trabajo, sin comida, sin remedios, con hospitales y colegios en ruinas, con edificios derrumbados, sin agua, sin esperanza” (en palabras textuales de Mario Vargas Llosa, nada sospechoso, que quedó impresionado por la situación de Gaza, en una visita que hizo con su hija Morgana en 2005, una situación que, desde entonces, ha seguido empeorando).
Piedras
y neumáticos ardiendo eran las armas que el ejército israelí
consideró esta vez tan peligrosas como para abrir fuego real contra
la muchedumbre.
Los palestinos recordaban el día de la Naqba. Israel celebraba el 70º aniversario de su proclamación como estado, en 1948, en esta ocasión con un regalo de cumpleaños especial: el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, un gesto que supone una transgresión del único acuerdo de paz
-el que firmaron Isaac Rabin y Yasir Arafat ante Bill Clinton en 1993-, en el que se establecía un estatus especial para la ciudad considerada santa por judíos y musulmanes. Claro que también en ese acuerdo se preveía la creación del estado palestino en 1999, pero Isaac Rabin fue asesinado en 1995 por un ultraderechista israelí y todo volvió a ser lo de siempre: un combate desigual, en el que cualquier enfrentamiento, empezase quien lo empezase, siempre ha arrojado muchas más víctimas palestinas que israelíes.
Los palestinos recordaban el día de la Naqba. Israel celebraba el 70º aniversario de su proclamación como estado, en 1948, en esta ocasión con un regalo de cumpleaños especial: el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, un gesto que supone una transgresión del único acuerdo de paz
-el que firmaron Isaac Rabin y Yasir Arafat ante Bill Clinton en 1993-, en el que se establecía un estatus especial para la ciudad considerada santa por judíos y musulmanes. Claro que también en ese acuerdo se preveía la creación del estado palestino en 1999, pero Isaac Rabin fue asesinado en 1995 por un ultraderechista israelí y todo volvió a ser lo de siempre: un combate desigual, en el que cualquier enfrentamiento, empezase quien lo empezase, siempre ha arrojado muchas más víctimas palestinas que israelíes.
Hubo
otro intento de acuerdo en el 2000, entre Arafat, ya como presidente
de la Autoridad Nacional Palestina (el sucedáneo de Estado que
permite Israel bajo su control) y el primer ministro israelí Ehud
Barak (laborista como Rabin), con Clinton y el príncipe saudí
Bandar como intermediarios, pero fracasó posiblemente por exceso de
recelos de una parte y de otra. Desde entonces, el electorado israelí
se ha ido inclinando cada vez más hacia la derecha hasta llegar al
delirante gobierno actual, en perfecta sintonía con el no menos
delirante gobierno estadounidense actual.
Más
de ochenta años de conflicto
Llevan
más de ochenta años de conflicto, desde que los palestinos
empezaron a movilizarse contra el dominio colonial británico
–secuela del desmembramiento del imperio otomano en la primera
guerra mundial– y, de paso, contra la inmigración judía, que se
llevaba produciendo desde finales del siglo XIX, pero que, para
entonces (años treinta del siglo pasado), les empezaba a parecer
preocupante, sobre todo después de la británica Declaración
Balfour, que contemplaba favorablemente la creación de un hogar
nacional judío en Palestina.
Los judíos terminaron creando su hogar nacional, tras una sucesión de acciones armadas (es decir, atentados terroristas, en el lenguaje oficial de la potencia ocupante), que forzaron la retirada de Reino Unido y desembocaron en la solución salomónica de Naciones Unidas, repartiendo el territorio a partes más o menos iguales entre poblaciones desiguales.
Los judíos terminaron creando su hogar nacional, tras una sucesión de acciones armadas (es decir, atentados terroristas, en el lenguaje oficial de la potencia ocupante), que forzaron la retirada de Reino Unido y desembocaron en la solución salomónica de Naciones Unidas, repartiendo el territorio a partes más o menos iguales entre poblaciones desiguales.
Los
palestinos rechazaron aquel reparto de una tierra que consideraban
suya en su totalidad y emprendieron una amarga trayectoria de
fracasos y éxodo, mientras los judíos colonizadores aprovechaban la
resolución de la ONU para asentarse definitivamente en una tierra
cuyos antepasados habían considerado propia.
Ya entonces, en 1948, aprovecharon el rechazo de los palestinos para apropiarse de más superficie de la que les correspondía. Iniciaban así el incumplimiento sistemático de todas las resoluciones de Naciones Unidas que les afectan, con la excepción precisamente de la retirada de Gaza en 2005 (la “desconexión” de Gaza, le llamaron los israelíes). Retiraron de allí sus tropas y sus asentamientos, que fueron sustituidos por un cerco implacable, con alambradas y muros de separación incluidos, que ha convertido ese territorio, en la práctica, en el campo de concentración más poblado de la historia.
Cualquier acción de protesta de los gazatíes (y no digamos cualquier acción armada) es respondida con contundentes represalias de los militares israelíes. El saldo final de bajas siempre castiga a los palestinos en proporciones de diez a uno, como mínimo.
Ya entonces, en 1948, aprovecharon el rechazo de los palestinos para apropiarse de más superficie de la que les correspondía. Iniciaban así el incumplimiento sistemático de todas las resoluciones de Naciones Unidas que les afectan, con la excepción precisamente de la retirada de Gaza en 2005 (la “desconexión” de Gaza, le llamaron los israelíes). Retiraron de allí sus tropas y sus asentamientos, que fueron sustituidos por un cerco implacable, con alambradas y muros de separación incluidos, que ha convertido ese territorio, en la práctica, en el campo de concentración más poblado de la historia.
Cualquier acción de protesta de los gazatíes (y no digamos cualquier acción armada) es respondida con contundentes represalias de los militares israelíes. El saldo final de bajas siempre castiga a los palestinos en proporciones de diez a uno, como mínimo.
Las
continuas frustraciones de todos y cada uno de los intentos de
acuerdo entre israelíes y palestinos, por la acción de los
extremistas de uno u otro bando (o de los dos a la vez), han ido
deteriorando la situación hasta límites desesperantes. El
movimiento de resistencia palestino, de origen laico –en la línea
de los nacionalismos árabes naseristas y baasistas–, terminó
generando una facción islamista chií, Hamas, que gobiernó (dentro de sus limitadas competencias y con muy escasos
recursos) la franja de Gaza, después de que las presiones exteriores
(retirada de ayudas occidentales y árabes), las de Israel (retención
de los impuestos) y las del presidente palestino, Mahmud Abbas, y su
organización Al Fatah, les impidiesen hacer valer la mayoría
absoluta que obtuvieron en las elecciones palestinas de 2006. Tras un
conato de guerra civil, los islamistas se atrincheraron en la franja
de Gaza, una auténtica ratonera cercada por el ejército israelí,
mientras el presidente Abbas y Al Fatah controlan Cisjordania, donde,
por otra parte, sigue creciendo el asentamiento de colonias de
israelíes.
Limpieza
étnica
Donde
sí se han seguido celebrando elecciones, con resultados cada vez más
favorables a la derecha y a partidos religiosos ultraortodoxos, es en
Israel, que, paradójicamente, nació de un proyecto utópico de
socialismo autogestionario considerado en su día blasfemo por los
judíos religiosos (sólo el futuro mesías podría liberar Jerusalén
y recuperar la tierra prometida). Del entusiasmo de los primeros
colonos, entre los que no faltaban quienes creían posible el
entendimiento con la población palestina, se ha ido pasando a un
clima de obsesión por la seguridad, alimentado por la propia
dinámica represiva de gobiernos intransigentes y cerrados al
diálogo, que exageran la capacidad de respuesta de los palestinos
precisamente para mantener ese clima obsesivo de miedo y crispación,
que ha llevado a situaciones en que civiles israelíes rematan a
personas heridas por la policía o bloquean el paso de ambulancias
para que no se atienda a heridos árabes.
Como
comenta el escritor israelí Amos Oz, “el término izquierdista se
ha convertido en un insulto en el Israel de hoy”. El espíritu
dialogante, que algunos sectores del laborismo trataban de mantener
incluso en las épocas de mayor enfrentamiento, parece haber
desaparecido, como el propio Partido Laborista, al que se deben los
intentos más serios de negociación con los palestinos. En ese
clima, la posibilidad de materializar de una vez la formación de dos
estados permanece bloqueada, mientras crecen sistemáticamente nuevos
asentamientos de colonos israelíes que van achicando así el
territorio asignado a los palestinos.
El
profesor israelí Ilan Pappé -voluntariamente exiliado en el Reino
Unido-, desde una posición radical de izquierda, recuerda que la
partición de Palestina realizada por la ONU en 1947 adjudicó a
Israel el 55 por ciento del territorio, que amplió en 1949, tras la
primera guerra con sus vecinos árabes, hasta el 78 por ciento.
Después de la llamada guerra de los seis días, en 1967, ocupó el
cien por cien, además de arrebatarle los altos del Golán a Siria y
la península del Sinaí a Egipto (al que se la devolvió en el
tratado de paz que firmaron en 1979). Pappé, que se refiere a Gaza
como “una cárcel a cielo abierto de máxima seguridad”, no
vacila en calificar de “limpieza étnica” el tratamiento que las
autoridades israelíes aplican a la población palestina: una especie
de apartheid a los palestinos que viven en Israel (un 20 por ciento
de la población israelí), un control militar sobre Cisjordania y el
bloqueo puro y duro en Gaza.
Desastre
humanitario
Apenas
representados por una autoridad palestina frágil y limitada, incluso
dividida, los palestinos intentan ahora recuperar o mantener un
territorio menor que el que les ofrecía la ONU en 1948. Y con pocas
esperanzas, a la vista de la evolución de los acontecimientos. La
solidaridad del mundo árabe y musulmán es más retórica que
efectiva.
Solos frente a un poderoso aparato de guerra y represión (que cuenta con el apoyo de las potencias occidentales), poco pueden con sus piedras o sus palos, con sus bombas caseras o sus misiles rudimentarios, con sus cuchillos o sus vehículos improvisados como armas de ataque, que ese es el muestrario armamentístico que han podido desplegar desde que, hace aproximadamente treinta años, Arafat aceptó la posibilidad de abrir negociaciones con un enemigo al que, hasta entonces, quería destruir, dando así por concluida una etapa de guerras (ganadas todas por Israel a los ejércitos árabes), de grandes acciones terroristas y de represalias tremendas por parte de Israel.
Solos frente a un poderoso aparato de guerra y represión (que cuenta con el apoyo de las potencias occidentales), poco pueden con sus piedras o sus palos, con sus bombas caseras o sus misiles rudimentarios, con sus cuchillos o sus vehículos improvisados como armas de ataque, que ese es el muestrario armamentístico que han podido desplegar desde que, hace aproximadamente treinta años, Arafat aceptó la posibilidad de abrir negociaciones con un enemigo al que, hasta entonces, quería destruir, dando así por concluida una etapa de guerras (ganadas todas por Israel a los ejércitos árabes), de grandes acciones terroristas y de represalias tremendas por parte de Israel.
Algo
se ha avanzado en el terreno de la diplomacia internacional, con la
incorporación de Palestina a la Unesco en 2011 (lo que le costó a
este organismo de la ONU perder la aportación financiera de Estados
Unidos) y su admisión como estado observador por la Asamblea General
de las Naciones Unidas en 2012 (que fue respondido casi
inmediatamente con un nuevo asentamiento de tres mil colonos
israelíes en Cisjordania). Su reconocimiento como miembro efectivo
de la ONU tiene que pasar por el Consejo de Seguridad y ahí tropieza
con el veto implacable de Estados Unidos.
Les
queda la solidaridad que despierta la causa palestina entre los
ciudadanos del mundo, no ya por las circunstancias políticas en las
que se ha desarrollado, sino también, y sobre todo, por las
condiciones en las que se desarrolla la vida de los palestinos, con
características de desastre humanitario. Según el Ministerio de
Sanidad de la Autoridad Nacional Palestina, en 2017 el 75 por ciento
de los bebés gazatíes presentaban graves síntomas de anemia y las
autoridades israelíes denegaron el permiso para que unos trescientos
niños enfermos pudiesen salir de Gaza para recibir el tratamiento
médico necesario. Unos diez mil niños de la franja siguen con
secuelas físicas y psíquicas (más de doscientos mutilados por
amputación de una o más extremidades) desde la masacre de 2014. El
analista gazatí Yusef Issa -que expone estos datos en un artículo
en Crónica Popular- recuerda que las autoridades israelíes
detuvieron en 2017 a 1.467 niños (el 21,8 por ciento del total de
detenciones) y que sufrieron torturas físicas o psicológicas.
Cuatrocientos de esos niños siguen encarcelados.
Queda
la solidaridad, en efecto, que puede presionar a los gobiernos. Quién
sabe, a veces movilizaciones cívicas (en Irlanda hay activistas que
boicotean los productos de procedencia israelí en los supermercados)
pueden llegar a conseguir, por contagio indirecto, lo que los
políticos con poder son incapaces de intentar directamente.
Declaración
de la Cátedra Libre Edward Said de Estudios Palestinos (Filosofía y
Letras, UBA) con motivo del llamado “Acuerdo del Siglo”
Desde UNRWA nos alineamos con la postura defendida por Naciones Unidas, que mantiene su compromiso en ayudar a ambas partes a negociar la paz sobre la base de las resoluciones de la ONU, el derecho internacional, los acuerdos bilaterales y la visión de dos estados dentro de las fronteras anteriores a 1967.
El
llamado “Acuerdo del Siglo” propuesto por la Administración
Trump es un paso más en la conquista de la Palestina histórica y la
legitimación de la limpieza étnica y el régimen de apartheid
COMUNICADO
Por su propia definición, ningún acuerdo puede ser considerado como tal si no cuenta con el apoyo de todas las partes implicadas y, en este caso, la parte palestina ha rechazado categóricamente el “acuerdo".
Desde UNRWA nos alineamos con la postura defendida por Naciones Unidas, que mantiene su compromiso en ayudar a ambas partes a negociar la paz sobre la base de las resoluciones de la ONU, el derecho internacional, los acuerdos bilaterales y la visión de dos estados dentro de las fronteras anteriores a 1967.
En el texto del “acuerdo” propuesto, se menciona además la desaparición de UNRWA para "terminar con el ciclo de dependencia palestina de la caridad”. No contempla, por otro lado, ninguna solución para los refugiados y refugiadas de Palestina, como una forma de invisibilizar su existencia durante más de 70 años.
Los servicios esenciales que recibe la población refugiada de Palestina a través de UNRWA no son caridad: son un derecho. Nuestro trabajo responde al mandato otorgado por la Comunidad Internacional y ningún país puede, unilateralmente, poner fin a ese mandato bajo ningún concepto.
Nos gustaría reiterar que vamos a seguir brindando servicios a los refugiados de Palestina en Cisjordania, incluido Jerusalén Este, Gaza, Jordania, Líbano y Siria a través de nuestros programas hasta que se encuentre una solución justa y definitiva al problema de la población refugiada de Palestina.
Los servicios esenciales que recibe la población refugiada de Palestina a través de UNRWA no son caridad: son un derecho. Nuestro trabajo responde al mandato otorgado por la Comunidad Internacional y ningún país puede, unilateralmente, poner fin a ese mandato bajo ningún concepto.
Nos gustaría reiterar que vamos a seguir brindando servicios a los refugiados de Palestina en Cisjordania, incluido Jerusalén Este, Gaza, Jordania, Líbano y Siria a través de nuestros programas hasta que se encuentre una solución justa y definitiva al problema de la población refugiada de Palestina.
Para ver más, buscar en este blog por: Palestina
Le están haciendo lo mismo que le hicieron a ellos, los alemanes Exterminio, Campos de Concentración, ...No los queman porque ahora hay otros métodos. Han optado por la venganza dura, Nos lo hicieron a nosotros con gran efectividad y se lo vamos a hacer a nuestros enemigos los palestinos. ¡Qué salvajes asesinos!
ResponderEliminarEl faszio nunca se terminar sin no prestamos contarles férreos a nuestro dirigentes en todo el mundo como paso con Aznar y sus compadres en IRAK para quedar sin ser juzgados por un tribunal de Guera .....
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