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Omertá
o ley del silencio es el código de honor siciliano que prohibe
informar sobre los delitos considerados asuntos que incumben a
las personas implicadas. Esta práctica es muy difundida en casos de
delitos graves o en los casos de mafia donde un testimonio o una de
las personas incriminadas prefieren permanecer en silencio por miedo
de represalias o por proteger a otros culpables, aún siendo él
inocente.
Omertá
Rafael
Alonso Solís
La
conclusión a la que llegaron los sabios –si bien es cierto que en
unos casos sucedió por transcripción directa de la verdad y marcaje
genético, tras meditación y limpieza cuidadosa de conductos, y en
otros tras muchos años de estudio– fue que la mayoría, si no
la totalidad, de los problemas que se les
plantean a los seres humanos a lo largo de su vida, la mayoría de
las preguntas y la mayoría de las preocupaciones más generalizadas,
se referían y finalizaban en el conflicto entre la condición mortal
de la existencia y su conocimiento, primero, y su aceptación, después;
si bien se necesitaba un cierto período de desarrollo para acabar de asimilarlo.
Quienes lo habían entendido enseguida habían sido los clérigos, ya fuesen de un signo como de otro, de un credo como de su contario, lo que llevó a todos ellos –tal vez formados en la misma academia, aunque pertenecientes a escuelas distintas–
a instaurar un dominio casi absoluto de la gestión del bien y del mal, de sus premios y sus castigos, de sus fiestas y sus celebraciones, de sus mártires y de sus vírgenes.
De vez en cuando, sin embargo, alguna noticia ocupaba las portadas y
producía una momentánea alteración de la explicación canónica en
torno al gobierno del mundo.
Casi finalizando la segunda década del siglo XXI, el Papa Francisco –del que, curiosamente, se hablaba por entonces con una cierta familiaridad de barrio o aldea, a la que faltaba solo un paso para referirse a él como “el Papa Paco”, seguramente mucho más cercano para los feligreses–,
anunció el
levantamiento del secreto pontificio de pedofilia para casos de
pederastia en el seno de la iglesia católica. Aunque resulte obvio,
levantar el secreto significa que existía el silencio como norma,
es decir, que la OMERTÁ funcionaba tanto en Roma como en Sicilia,
que siempre había estado activa y que permanentemente había ejercido como un férreo mecanismo de seguridad para ocultar los abusos sexuales a los que se había sometido a miles de niños y niñas por parte de curas y monjas. También, que nos encontrábamos ante una poderosa organización que había permitido, ocultado y favorecido la práctica de la pederastia por una parte de sus miembros, aprovechando la posición privilegiada que les proporcionaba su poder sobre el desarrollo de las almas y los cuerpos infantiles.
si bien se necesitaba un cierto período de desarrollo para acabar de asimilarlo.
Quienes lo habían entendido enseguida habían sido los clérigos, ya fuesen de un signo como de otro, de un credo como de su contario, lo que llevó a todos ellos –tal vez formados en la misma academia, aunque pertenecientes a escuelas distintas–
a instaurar un dominio casi absoluto de la gestión del bien y del mal, de sus premios y sus castigos, de sus fiestas y sus celebraciones, de sus mártires y de sus vírgenes.
Casi finalizando la segunda década del siglo XXI, el Papa Francisco –del que, curiosamente, se hablaba por entonces con una cierta familiaridad de barrio o aldea, a la que faltaba solo un paso para referirse a él como “el Papa Paco”, seguramente mucho más cercano para los feligreses–,
que siempre había estado activa y que permanentemente había ejercido como un férreo mecanismo de seguridad para ocultar los abusos sexuales a los que se había sometido a miles de niños y niñas por parte de curas y monjas. También, que nos encontrábamos ante una poderosa organización que había permitido, ocultado y favorecido la práctica de la pederastia por una parte de sus miembros, aprovechando la posición privilegiada que les proporcionaba su poder sobre el desarrollo de las almas y los cuerpos infantiles.
Desde muy temprana edad la iglesia adoctrina a niños y niñas. FOTOS: CRISTINA GARCÍA RODERO |
Una organización oscura, una especie de
sindicato religioso sólidamente implantado, que había ejercido
durante siglos el papel de agencia protectora de una trama de abusos
sexuales a menores de edad. En su poema Los cuervos,
Rimbaud pide “al Señor” que hiciera “abatir de los cielos a
los queridos cuervos deliciosos”, ¿A quién se refería? Puede que
la dramatización de los problemas domésticos de la mafia, que han
usado algunos cineastas perspicaces y sensibles –Scorsese,
Coppola, Leone–, no refleje solo una tendencia de los
realizadores italoaméricanos, sino la elección de un género que
permite mostrar la realidad en un formato asequible, fiable y, si lo
permite la familia, comercial.
Estuvieron siglos violando a niños y niñas, mujeres, en muchos pueblos Galicia, mi tierra, todavia hoy día, hay un montón de hombres y mujeres "sobrinos del cura". Se les conocía así para identificarlos como "hijos del cura". Como los curas "no podían" tener hijos ni relaciones con mujeres....
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