La
crisis de la socialdemocracia, le toca al PSOE
por Viçent Navarro
Este
artículo analiza el declive de la socialdemocracia (tanto en apoyo
electoral como en el número de asociados) en la Unión Europea,
cuestionando algunas de las razones que se han dado para explicar tal
declive. El artículo muestra que en los casos más llamativos este
declive se debe a la sustitución del ideario socialista por el
socioliberalismo responsable de políticas impopulares entre las
bases electorales de tales partidos.
La Vida nos enseña.....y la experiencia nos va diciendo.... |
La
socialdemocracia en Europa está inmersa en una profunda
crisis. Pasó de gobernar en la mayoría de países en la Unión
Europea a estar en una minoría muy pequeña. Su crisis se refleja,
no sólo en derrotas electorales, sino también en descensos muy
marcados de sus afiliados: todos los mayores partidos
socialdemócratas europeos han experimentado un enorme descenso de
los miembros en tales partidos. Una de las explicaciones que han dado
los dirigentes de tales partidos de este descenso (además de la
supuesta falta de comunicación –argumento siempre utilizado por
tales dirigentes-) es el éxito de sus políticas.
Se
asume que el gran bienestar que la socialdemocracia ha traído a
Europa ha transformado sus bases electorales -la clase
trabajadora- en clases medias, que se han ido haciendo más
conservadoras. Algunos de estos dirigentes llegan incluso a postular
que las clases trabajadoras están desapareciendo, sustituidas por
las clases medias, que se han convertido en los sectores sociales a
los cuales tales partidos orientan sus ofertas electorales. En
realidad, muchos de estos partidos han abandonado una narrativa que
incluya el concepto de clase social en su discurso, excepto en su
referencia a las siempre presentes clases medias, y dentro de una
estructura social que se redefine, limitándose a hablar de ricos,
clase media y pobres, o clase alta, media y baja.
Este
argumento ignora, sin embargo, varios hechos. Uno de ellos es que en
la mayoría de países de la UE hay más personas que se definen
como pertenecientes a la clase trabajadora que a la clase media,
siendo en los países nórdicos escandinavos (que tienen el mayor
nivel de riqueza de Europa) donde tales porcentajes son mayores. A
mayor cultura socialdemócrata en un país (tal como ocurre en la
mayoría de los países escandinavos), mayor es la propensión de la
población a definirse como miembro de la clase trabajadora. Y, por
el contrario, a mayor cultura conservadora y/o liberal en un país,
mayor es la percepción de que las clases han perdido su valor
definitorio, considerándose a la clase media como la clase
mayoritaria por antonomasia en aquel país. El caso de EEUU y del Sur
de Europa son ejemplos de ello. Las causas del declive de la
socialdemocracia no pueden atribuirse, pues, a su éxito, o a cambios
de la estructura social de sus países. Hay que buscar las causas en
otras áreas y territorios de análisis, incluyendo los cambios muy
sustanciales que han seguido en su cultura política y en el
desarrollo de sus políticas públicas.
LA
NECESIDAD DE UNA INEXISTENTE AUTOCRÍTICA POR PARTE DE MUCHOS
PARTIDOS SOCIALDEMÓCRATAS EUROPEOS
El
éxito de la socialdemocracia en Europa fue su identificación con el
establecimiento del estado del bienestar (basado en la
universalización de los derechos sociales y laborales, financiado
con unas políticas fiscales progresistas), y un aumento de la
capacidad adquisitiva de la población, mediante un incremento de las
rentas del trabajo como motor de políticas expansivas de carácter
keynesiano, que exigían un intervencionismo público no sólo en
gasto, sino también en la regulación (y/o la nacionalización) de
actividades claves para el quehacer económico, a fin de garantizar
la existencia y accesibilidad de recursos básicos (tales como el
crédito).
La
época dorada del capitalismo (1900-1980) se basó en estas
políticas, que fueron y continúan siendo enormemente populares, no
sólo entre las bases tradicionales de tales partidos –la clase
trabajadora-, sino en otros sectores de las clases populares
(incluyendo la clase media). Esta alianza de clases –clase
trabajadora con clase media- fue central en el desarrollo del
estado del bienestar. Éste tenía que ser de elevada calidad para
responder a las expectativas de la clase media, lo que requería una
carga fiscal elevada mediante una fiscalidad progresiva, cuyo
objetivo era (además de conseguir fondos para el estado) la
corrección de las desigualdades sociales. El declive de la
socialdemocracia se ha basado primordialmente en el distanciamiento
y/o renuncia de muchos partidos socialdemócratas de estas políticas.
Es a partir de los años setenta y ochenta, que gran número de tales
partidos fueron apartándose de tales políticas, adaptándose a los
principios del neoliberalismo, que se convirtió en la ideología
dominante en la construcción de la Unión Europea.
El
argumento más utilizado por aquellos partidos políticos, en
justificación de su abandono de las políticas socialdemócratas,
fue que la globalización imposibilitaba el desarrollo de tales
políticas. Anthony Giddens, entre otros, repitió esta
argumentación en todos sus trabajos. Tal globalización –se nos
decía- hacía imposible la continuación de aquellas políticas
socialdemócratas. El keynesianismo, por ejemplo, era ya
imposible. Los estados perdían poder frente a la globalización
y no podían seguirse políticas expansivas. Este argumento, que
encontró grandes cajas de resonancia en los medios próximos al
capital financiero y al mundo empresarial, ignoraba que los países
donde la tradición socialdemócrata estaba más desarrollada eran
los países escandinavos, países profundamente globalizados, pues al
ser pequeños, la suma de sus importaciones y exportaciones
representaba el porcentaje del PIB más alto de la UE. Los datos
mostraban que un país podía estar muy globalizado y, a la vez,
continuar desarrollando políticas socialdemócratas.
EL
ORIGEN DEL SOCIOLIBERALISMO: LA ADMINISTRACIÓN CLINTON
El
socioliberalismo (la incorporación del neoliberalismo en los
partidos progresistas y socialdemócratas) se inició en EEUU. La
derrota del Presidente Carter, consecuencia de su conservadurismo y
neoliberalismo, creó una rebelión en las bases del Partido
Demócrata, que lideró Jesse Jackson, cuya candidatura consiguió el
40% de todos los delegados del Congreso del Partido Demócrata en el
Congreso de tal Partido en Atlanta en 1988 (al final del proceso de
las primarias en aquel partido). El programa de Jesse Jackson era
el más progresista que el Partido Demócrata había propuesto desde
el New Deal. Alarmó al aparato de tal Partido, que no hizo suyo
tal programa. Pero en 1992, el candidato Clinton –que se había
opuesto a Jesse Jackson- adoptó parte de aquellas propuestas,
presentándose con un programa que el Financial Times (un
tanto preocupado) definió como inspirado en la socialdemocracia
sueca. Su programa incluía las promesas de universalizar el
acceso a la sanidad en aquel país y desarrollar políticas
expansivas de gasto público, añadiendo medidas proteccionistas
al tratado de libre comercio, NAFTA (inicialmente propuesto por la
Administración Bush padre) tales como exigir el establecimiento de
normas laborales y ambientales en los países participantes en tal
tratado: EEUU, Canadá y México.
Una
vez ganadas las elecciones, el Presidente Clinton no cumplió ninguna
de estas promesas. Convirtiéndose en el Presidente del
Partido Demócrata más próximo al capital financiero que haya
existido en EEUU (tal como ha indicado su Ministro de Trabajo
Robert Reich), puso los intereses del capital financiero en el
centro de sus políticas públicas, reduciendo el gasto público y
favoreciendo al capital financiero, llegando a eliminar la Ley
Glass Steagall (que, aprobada por el Presidente Roosevelt en
1933, había prohibido que los bancos comerciales pudieran también
ser de inversión), abriendo así la puerta a la especulación
y a la crisis financiera actual. La derrota del Partido Demócrata
en las elecciones al Senado y al Congreso en 1994, resultado del
enfado y de la abstención de la clase trabajadora, dio el control
del Congreso al Partido Republicano, victoria que imposibilitó
llevar a cabo el programa expansionista de Clinton. De ahí que, a
partir de entonces, Clinton hablara de la Tercera Vía, la vía entre
el New Deal del Partido Demócrata y el neoliberalismo salvaje del
Partido Republicano, liderado por el ultraderechista Gingrich.
La victoria de Clinton en 1996 fue resultado del temor del
electorado demócrata (que se había abstenido en las elecciones al
Congreso de 1994) a la victoria de la ultraderecha y se movilizó
para frenar al Partido Republicano.
EL
SOCIOLIBERALISMO EN EUROPA: LA TERCERA VÍA
El
partido Laborista británico adoptó esta terminología y la Tercera
Vía pasó a ser la vía entre el Laborismo expansionista, basado en
el incremento de la demanda doméstica como estímulo económico
(representada por la izquierda del Partido Laborista) y la vía
neoliberal de austeridad social del gobierno Thatcher. Pero una vez
en el gobierno, Blair fue, incluso más allá que Thatcher en
algunos temas, como la desregulación de la banca. Fue Harold
Brown, Ministro de Finanzas del gobierno Blair, el que dio
plena independencia al Banco de Inglaterra, desregulando además el
mercado financiero, convirtiéndose la City (el centro financiero de
Gran Bretaña) en el mayor centro de los hedge funds en el mundo.
En realidad, su escasísima regulación mereció el título de “Wall
Street Guantánamo” a la City, indicando con ello que se permitían
en la City prácticas irregulares no permitidas en Wall Street. Estas
políticas favorecieron al capital financiero, que pasó a
representar el 32% del PIB, crecimiento que tomó lugar a costa del
sector industrial, que pasó de representar el 20% del PIB al
principio del New Labour (1978), al 12% (2010) (ver mi artículo “El
fracaso del nuevo laborismo y del socioliberalismo” Sistema
digital 21.05.10). Esta reducción del sector industrial causó
una disminución del salario promedio, disminución a la cual
contribuyó la gran desregulación de los mercados laborales, “uno
de los mercados más desregulados existentes en el mundo
desarrollado”, tal como anunciaba el gobierno del Sr. Blair en su
promoción exterior. Disminuyó también el intervencionismo del
estado bajo el argumento de que el estímulo keynesiano a base de
estimular la demanda doméstica era imposible de realizar, además
de ser innecesario (tal como afirmaba Anthony Giddens).
Estas
políticas fueron muy impopulares entre sus bases electorales, lo que
explica el gran descenso de su apoyo electoral. Pasó de obtener
el 33% del total del electorado en 1997 a un 25% en 2001 y un 22% en
2005. Si Gran Bretaña hubiera tenido un sistema electoral
proporcional, habría perdido la mayoría ya en la segunda
convocatoria electoral desde que ganó la primera vez en 1997. El
sesgo electoral británico, que favorece el bipartidismo, ocultó
este descalabro de manera que, a pesar de este declive tan marcado,
el New Labour mantuvo la mayoría en el Parlamento hasta la última
elección, la de 2010. Ello explica su largo mandato, que no se debe
a su popularidad –como erróneamente lo presenta Giddens-,
sino al sesgo del sistema electoral y a la crisis tan profunda del
Partido Conservador. Las políticas neoliberales del New Labour
desalentaron a las bases del partido, que perdió más de la mitad de
sus afiliados durante el gobierno Blair.
EL
PARTIDO SOCIALDEMÓCRATA ALEMÁN
El
otro partido socialdemócrata que viró hacia el neoliberalismo fue
el Partido socialdemócrata alemán, el cual, con su llamado programa
2010 antagonizó a su militancia y a sus bases electorales. El
programa 2010, liderado por el canciller Schroeder, inició las
políticas neoliberales en Alemania (incluyendo las políticas
de austeridad pública más acentuadas hasta entonces),
apoyando al capital financiero y al mundo empresarial exportador, a
costa del nivel de vida de la clase trabajadora alemana. Sus
políticas, continuadas por el gobierno Merkel, significaron una
reducción de las rentas del trabajo, contribuyendo al
estancamiento de la economía alemana como consecuencia de la
disminución de la demanda doméstica, que tal reducción determinó
(ver mi artículo “El problema de la eurozona no está en la
periferia, sino en el centro” Sistema digital. 28.05.10).
Fue Oskar Lafontaine, entonces Ministro de Economía del
Gobierno Schroeder, y los sindicatos, los que propusieron un
aumento de la demanda interna, que hubiera estimulado la economía
alemana y, por lo tanto, la economía europea. Perdieron aquella
batalla y Oskar Lafontaine dimitió (y abandonó el Partido
Socialdemócrata alemán, acusando a la dirección de tal Partido de
estar excesivamente próxima a la banca y al mundo empresarial
exportador), ayudando a establecer un partido –la izquierda, Die
Linke- que denunció tal socioliberalismo. Es el partido que está
creciendo más en aquel país.
EL
SOCIOLIBERALISMO EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA UNIÓN EUROPEA
La
influencia de la banca alemana configuró, en gran manera, la
arquitectura institucional europea, basada en un Pacto de
Estabilidad, que frenó el crecimiento del gasto público, y en un
Banco Central Europeo, que más que banco central era un lobby de la
banca, que impuso intereses elevados (ver el citado artículo “El
problema de la eurozona no está en la periferia, sino en el
centro”). La mayoría de partidos socialdemócratas en la UE
contribuyeron a la construcción de este marco neoliberal, que
resultó en un gran descenso de las rentas del trabajo en la mayoría
de países de la UE, causa del enorme problema de demanda
existente en la UE.
Las personas nombradas a propuesta de los
partidos socialdemócratas (y ellos mismos simpatizantes y/o
miembros del Partido Socialista Español) en la Comisión
Europea, fueron el Sr. Pedro Solbes y el Sr. Joaquín Almunia,
que se convirtieron en los guardianes de la ortodoxia neoliberal a
través de la Comisión Económica y de Asuntos Monetarios. El propio
Sr. Claude Trichet, Gobernador del Banco Central Europeo,
había sido miembro del Partido Socialista francés (próximo a
Pièrre Mendès-France), del cual continúa siendo miembro
el Presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique
Strauss-Kahn, responsable de la aplicación de políticas
neoliberales de austeridad que están causando un enorme daño a las
clases populares en los países donde el FMI las impone.
Paradójicamente, Strauss-Kahn aparece como el mejor candidato dentro
del Partido Socialista francés para competir con Sarkozy. El hecho
de que tal profesional sea el candidato preferido por el Partido
Socialista francés es un indicador del grado de confusión existente
entre amplios sectores de la socialdemocracia francesa.
EL
CASO DE LA SOCIALDEMOCRACIA ESPAÑOLA
La
socialdemocracia española siguió políticas de clara tradición
socialdemócrata en el periodo 1982-1993, facilitadas por la presión
popular y por los partidos a su izquierda. La agitación social a
finales de la década de los años ochenta jugó también un papel
clave en la expansión del gasto público social por habitante,
corrigiendo, en parte, el enorme déficit de gasto público social
entre España y el promedio de la UE-15. España había sido, en
1982, cuando comenzó el periodo socialdemócrata, el país con un
estado del bienestar menos desarrollado de la UE.
Ahora
bien, en 1993 (cuando el déficit de gasto público social había
ya sido reducido a la mitad) hubo un cambio político muy
importante, con consecuencias en las políticas públicas, tanto
económicas como sociales. El PSOE perdió la mayoría en Las
Cortes y se alió con la derecha catalana, CIU, desarrollando
políticas neoliberales
(que supuso un espectacular descenso
del gasto público social por habitante), políticas que fueron
continuadas por el gobierno Aznar hasta 2004. La alianza del PSOE
con CIU inauguró una estrategia que incluía la marginación de las
izquierdas, tanto dentro del PSOE como fuera, lo cual creó una
reacción entre sus bases, de protesta en contra de la dirección,
que llevó a la elección del candidato a la Presidencia por parte
del PSOE, de Josep Borrell, que era de clara
orientación keynesiana y que creó enormes resistencias tanto dentro
como fuera del aparato del partido. Tal resistencia llevó a
su dimisión y sustitución y más tarde a la derrota del PSOE,
configurándose posteriormente tres sensibilidades distintas dentro
del PSOE. Una, la del aparato de partido, que apoyó al candidato
conservador, José Bono; otra de sensibilidad keynesiana liderada
por Matilde Fernández; y otra que en teoría era la de
compromiso por José Luis Rodríguez Zapatero, y que ganó
debido al apoyo de la izquierda. José Luis Rodríguez Zapatero
ganó y, con la excepción de Cristina Narbona, excluyó
completamente a la izquierda de su gobierno, nombrando a
Solbes (que había iniciado las políticas neoliberales en 1993 y
había sido el guardián de la ortodoxia liberal en la Comisión
Europea) y a un equipo ultraliberal dirigido por David
Taguas (procedente de la Banca y que había propuesto, antes de
integrarse en La Moncloa, la total privatización de la Seguridad
Social, tal como había hecho el General Pinochet en Chile) (ver
“La Seguridad Social es viable. Réplica a David Taguas”
en mi blog www.vnavarro.org 24.02.10), como director de su
equipo económico. Estos nombramientos tenían como objetivo
tranquilizar a la Banca (que es el poder fáctico más importante
en España), nombrando como gobernador del Banco de España
a otro ultraliberal, Miguel Fernández Ordóñez. La dimensión
socialdemócrata del PSOE apareció claramente en las áreas
sociales, que estuvieron limitadas, sin embargo, en sus iniciativas
(algunas de claro corte socialdemócrata, como la Ley de
Dependencia) por una austeridad de gasto público. El Sr. Solbes
había manifestado que la política durante el periodo 2004-2008 de
la cual él estaba más orgulloso fue la de no haber aumentado el
gasto público, dicho y hecho en el país de la UE que tiene un gasto
público (incluyendo el social) más bajo de la UE-15. Su alianza en
2004 con partidos a su izquierda, IU-ICV-EA, ERC y BNG, forzó, sin
embargo, una mayor sensibilidad social, que se tradujo en una
reducción del enorme déficit de gasto público social que España
tiene con la UE-15.
En
su segundo mandato, iniciado en 2008, el gobierno Zapatero viró a la
derecha, buscando el apoyo de la derecha nacionalista catalana,
siempre afín al equipo económico del gobierno, que continuó siendo
neoliberal. Tal equipo ha desarrollado una respuesta a la crisis
actual que reduce sustancialmente los derechos laborales y
sociales en el país, causa de una protesta que ha llevado a la
convocatoria de una huelga general. De continuar estas políticas, la
socialdemocracia española sufrirá un declive electoral profundo,
tal como ha ocurrido a la mayoría de partidos socioliberales en la
UE.
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