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Dueños de sus destinos ( I )


DUEÑOS
DE 
SUS
DESTINOS (l)
Por Jeronimo Duran 

Don Francisco no podía confiar en “Porras”, (aunque fuera el más listo de la clase),

Del capitulo anterior:

  En términos de comic, Lete seria, Asterix. Sebás Obelix. y yo el
Trovador, aquel que nació para incordiar,
   Trueno, Lete. Goliat, Sebás y yo Crispín por lo de hacer el Indio 
( continuara)

DIAS DE COLEGIO

Empezaban a entrar los primeros rallos de sol por las ranuras de la

Foto: J.L.Hernandez Zurdo
ventana cuando se abrió la puerta de la habitación, tras ella apareció

mi madre dándonos la primera alegría del día a la orden de:

-Ya podéis iros levantando.

Al escuchar esas palabras, lo primero que pensé, (como hacia cada

día), es en el sueño que tenía y lo a gusto que estaba en la cama,

pero había que levantarse, el colegio nos esperaba, por mi podía

esperar un poco más, pero no había forma de que eso pudiera

cumplirse.

La casa que hasta esos momentos había sido el templo del silencio

se convirtió de golpe en un auténtico hormiguero, la casa estaba llena

de vida, solo la noche y el cansancio de la familia hacía que pareciera

un cementerio.

Era mediado de abril, ya quedaba poco para acabar el curso y poder

Ibamos los tres
dormir un rato más, no por eso se me alegraba el día, lo único que me
daba fuerza era que podíamos estar los tres juntos otro día más.
Aquella semana les tocaba pasar a ellos por mi casa a recogerme
para ir al colegio. Estábamos tan unidos que no éramos capaces ni de
ir al colegio solos, quizás fuera porque no nos molestábamos en
hacer los pocos deberes que nos ponían, para eso se bastaba solo el
“Lete”, nosotros solo teníamos que copiarlos, de ahí que fuéramos al
colegio siempre juntos.
Los vi llegar nada más pisar la calle y con paso firme, olvidándome
del sueño, nos pusimos a caminar hacia una calle desierta detrás del
campo de fútbol, junto al colegio como hacíamos todos los días que
teníamos que llevar los deberes hechos. “Lete”, una vez sentados,
saco su libreta y con ayuda de sus explicaciones nos pusimos a
copiar. Una vez acabada la operación, nos dirigimos al colegio con los
deberes hechos, no había de que preocuparse, “Lete” nunca se
equivocaba, por algo era el segundo más listo de la clase, que para
una clase de cuarenta y algo no está nada mal. Si él se hubiera
equivocado, nos hubiéramos equivocado los tres y se nos hubiera
visto demasiado el plumero. Que recuerde, solo se equivoco una vez,
pero fueron tantos los que se equivocaron que Don Francisco, (el
maestro Infernal), con dos preguntas que me hizo, tuvo más que
suficiente con mis explicaciones.
"Lete" se quedaba a cargo de la clase

El hombre no era tonto y de sobras
sabia como funcionábamos los tres. Nos libraba que necesitara a
“Lete” para que se quedara a cargo de la clase mientras iba al lavabo,
a tomar café o a ver a su mujer que ejercía de profesora en el mismo
centro. Don Francisco no podía confiar en “Porras”, (aunque fuera el
más listo de la clase), sabía que no tenía el carisma ni el respeto de
“Lete”. Hacía un curso que ya no estaban ni Docampos, ni Higueras,
ni Duran, (el otro Duran), por lo que solo podía disponer de “Lete” para
que le cubriera las espaldas.
Llegamos al colegio como siempre, con paso firme y la cabeza
levantada, marcando nuestro territorio. Te tenías que hacer respetar si
no querías ser pisoteado o encontrarte con problemas. Gracias a ese
respeto y a convivir muchos de nosotros desde hacía unos años, el
respeto se mantenía, por lo que era muy raro ver una pelea o un
abuso para con nosotros. O con cualquiera
En el barranco de Bovila
Ese día, al volver del recreo, en la fila para entrar mientras nos
alineábamos, hablamos de lo que descubrimos el día anterior en el
barranco de la Bovila. Ese descubrimiento nos podía arreglar la
situación. El comer lo teníamos asegurado, morirnos de hambre sería
difícil por muy mal que lo pasaran nuestros padres, pero nos faltaban
demasiadas cosas como a la gran mayoría. La merienda consistía
casi siempre de pan con aceite y azúcar, cuando no era azúcar con
pan, raro era el día que pudiera haber algo más, como mantequilla de
tres colores, ese día era la “reostia”, nadie se atrevería a quitártela, ya
que antes de salir por la puerta, ya te la habías comido.

trozos de metal
Cuando salimos del colegio, tardamos el tiempo justo para llegar a
casa, dejar la bata, la cartera y encontrarnos en lo alto del barranco.
Empezamos a bajar y rastrillando entre la fina arena, empezamos a
encontramos trozos de metal, ese fue el principio de nuestra sociedad.
Uno solo se hubiera perdido por falta de constancia, dos se perderían
por falta de ideas, tres serían perfectos, cuatro serían demasiados.
Rebuscando entre la arena, en no más de una hora, recogimos algo
más de un kilo de metal y con el dentro de una lata, nos fuimos a la
chatarrería. Nos dieron por ese kilo de metal 4 pesetas, fueron las
primeras pesetas que empezábamos a ganar. Teníamos dinero para
gastar por la tarde, una peseta era mucha peseta, y no tardamos
mucho en ello, fue salir del colegio e irnos derechos a comprar
barquillos en la calle anterior al colegio.

 Aquellos barquillos estaban
muy buenos, todavía recuerdo su sabor, quizás fuera porque al no
poder comerlos casi nunca, nos sabían a gloria, daba pena acabarlos.
No he vuelto a comer barquillos como aquellos, el secreto debería
estar en que te los hacían en el momento, delante de ti.
Empezábamos a vivir a partir de ese día, ya no tendríamos que
meter la mano, ( sin que nos vieran), en algún que otro congelador de
cualquier tienda para coger unos Polos, tampoco dejamos de hacerlo,
pero las pocas veces que lo hicimos lo hicimos por diversión, por
poder decir aquí estoy yo y mis cojones.
El metal nos iba dando algún que otro capricho, pero ya éramos
unos cuantos los que lo buscábamos entre aquellas arenas y no había
metal para tantos. Nos habíamos acostumbrado a tener dinero
aunque fuera para pipas y a partir de ahí no nos íbamos a quedar
parados a esperar que nos cayera el dinero del cielo. No sé a quién de
los tres, (estoy seguro de que no fue a mi), se le ilumino la cabeza uno
de esos días y acabamos los domingos, (cualquiera del mes),
reuniéndonos en la puerta de la iglesia cantando aquello de: “Padrino
lagarto no te lo gastes todo en vino y tira los cuartos”. No tardaron
Nos llovian monedas
mucho en llover monedas por encima de nuestras cabezas. Ante todos
los presentes se encontraba el padrino y frente a él nosotros, para él
tirar las monedas era una obligación por ser parte de una tradición que
a mi nuca me importó, él se sentía orgulloso en ese momento y
nosotros más, dependiendo de lo que pudiéramos recoger. La traca
final era cuando decía:
-¡Atentos que va un duro!
Por norma, la moneda la tiraba bastante alto para que todos se
apilaran a cogerla, yo por mi altura podía tener ventaja, “Lete” por la
suya controlaba los bajos, pero casi nunca nos salió bien la estrategia,
allí en esos momentos el rey era Sebás. Él entraba con todo su
cuerpo arrasando con todo, cuando la moneda estaba cayendo él
sabía como hacer para hacerse con ella, no importaba quien
estuviera, ni “Lete” ni yo. Él cómo un rinoceronte entraba de golpe, eso
no le quitaba algún que otro revolcón, pero acababa haciéndose con
ella y como todo un campeón se reunía con nosotros para que
pudiéramos compartir su alegría.
Como un rinoceronte entraba de golpe
 No recuerdo como lo repartíamos,
pero si sé que nunca jamás discutimos por dinero, lo que tenía uno era
del otro y lo del otro era de los tres.
Cuando de mayor, un día lo vi correr, pensando en aquellos días
pasados, me dije para mí mismo, después de saludarnos: “¡Chaval, te
has equivocado de deporte, lo tuyo es el Rugby!”, quizás porque en mi
mente cuando descubrí ese deporte y vi esas imágenes me di cuenta
que las tenía de mi infancia, en la puerta de una Iglesia. No se nos
daba mal el tema de los bautizos, nunca nos fuimos con las manos
vacías. Con lo que sacábamos el domingo, más o menos podíamos
pasar la semana, no nos faltaba dinero para nuestras chucherias.
Las necesidades a medida que íbamos creciendo se iban haciendo
mayores y hasta para ir a los bautizos empezábamos a serlo, por lo
que había que encontrar otras formas de buscarse la vida.
en la puerta del cine
No tardamos en ponernos a ello. En aquella época los tebeos
estaban de moda y nosotros no íbamos a ser menos, por lo que
seguimos la moda y más aun si de ella podíamos sacar un beneficio.
Todos los domingos en la puerta del cine Navarra se montaba un
mercadillo de venta de tebeos.
Un domingo de aquella época nos presentamos los tres en el
mercadillo como otras veces habíamos hecho, pero ese domingo iba a
ser diferente, estábamos sin dinero y eso no podía ser. De los tres el
que mejor driblaba era “Lete” y el más echado para adelante también,
por lo que él se encargaría de salir corriendo con los tebeos que
pudiéramos coger. Una vez escogida la presa nos fuimos hacia ella,
habíamos elegido bien, el chaval no nos era conocido ni siquiera lo
teníamos visto. Tenían que haber hecho limpieza en su casa y que
mejor que sacarse algún dinero con aquellos tebeos viejos. Como
Sebás y yo no nos aclarábamos con el chaval, “Lete” se encargó de la
operación de compra. Empezó a agacharse hacia la pila de tebeos y al
cogerlos de uno en uno le preguntaba el precio diciéndole<.
Sebas recogia los tebeos
-Me lo quedo, ves sumando...
Mientras se los iba pasando a Sebás. Cuando no le quedarían más
de tres de los veintitantos que tenía, Sebás salió corriendo con los
tebeos bien apretados contra su cuerpo. Tras la sorpresa del chaval
nos dijo:
-¿Es amigo vuestro?
-¡Que va!, yo pensaba que estaba contigo, por eso le pasaba los
tebeos. – –le contesto “Lete”-. ¡Vamos a por él...!
Y recogiendo los tres tebeos que le pudieran quedar, salimos detrás
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del ladrón, aunque nos llevaba ventaja lo perseguimos hasta que
dejemos de verlo, quizas por que no apretemos a correr como
sabíamos, no nos interesaba. Al rato, después de las típicas palabras
de ánimo hacia el chaval le dijimos:
-No te preocupes, si lo pillamos lo hinchamos a hostias...
Nos despedimos de aquel chaval, ya que si hubiésemos seguimos
un rato más con él, nos hubiéramos podido hacer hasta amigos.
Cuando llegamos al portal de Sebás este ya se había leído dos
tebeos.
Sus palabras fueron:
-¡Sí que habéis tardado...!
-No veas lo que nos ha costado despistarlo. – contesto “Lete”.
Tras esas palabras y algún que otro comentario sobre la operación
tebeo, nos pusimos a leerlos. Ya pensaríamos como venderlos.
Mi padre había empezado a trabajar de basurero y lo que para algún
que otro crió, (hijo de basurero), podía ser un problema, por no ser un
trabajo que estuviera muy bien visto, para mí era una ventaja sobre los
demás.
Mi padre trabajaba de barrendero
Mi padre trabajaba en Sant Just y allí había gente que
económicamente estaba bastante bien, por lo que a sus hijos no les
podían faltar tebeos, ni tenían que preocupase por ello, tanto era así
que una vez leídos, iban a la basura. Entonces allí estaba mi padre,
controlando que aquellos tebeos no se perdieran en la basura, por lo
que por norma, rara era la semana que no me traía un buen paquete
de ellos.
Tras la operación tebeo, el siguiente domingo nos fuimos al cine
Navarra y nos pusimos a vender los tebeos que había traído mi padre
metiendo entre ellos los tres o cuatro del chaval del domingo anterior.
No podíamos arriesgarnos a poner más ya que podría aparecer por allí
en cualquier momento y ese momento no tardó mucho en convertirse
en un hecho. El chaval nos dijo:
-¿Sabéis algo de quien me quito los tebeos?
-No lo hemos visto, pero por lo que nos han dicho sabemos que va
al colegio que esta junto a la iglesia de la Florida. –le respondió
“Lete”-.
Después de algún que otro comentario, el chaval se marchó y no
recuerdo haberlo visto más.
Sebás, como era lo lógico, ese domingo se había quitado de en
medio, no por ello dejo de aparecer a ratos controlado la situación
para saber cómo nos iba, tanto con la venta como con los visitantes
inesperados, o sea, el chaval.
El tema de los tebeos nos sacó de apuros más de una vez. Era una
forma más de conseguir dinero, En aquella época no era suficiente
con una sola fuente si querías sobrevivir con algo más que pan y
aceite ó pan y aceitunas partidas. Con el pan y aceite todavía puedo,
ya que me sigue gustando, aunque lo llegue a odiar, pero con las
aceitunas, sean machadas o sin machacar, no, las odio, no las puedo
ni ver, se me atragantaron hace demasiado tiempo.,
En el colegio teníamos la suerte de que cada día nos daban un
botellín de leche por la mañana. Nos la daban de dos marcas
diferentes. Recuerdo muy bien tanto el sabor de las dos, como la
forma de las botellas. Una era pequeña y ancha, (Rania), y la otra
alargada con tapón de papel de aluminio.
Me he colao bebiendo leche
 La alargada tenía algo que
es imposible que quien la probó se olvide de ello y era porque al abrir
la botella, en el principio del cuello, se formaba como medio dedo de
nata. Esa nata fue la primera que vimos y que probamos, por lo que no
se me pueda olvidar su sabor. Lo de la leche..., era la leche. Lástima
que no había para todos. Las cajas eran de doce y la clase de
cuarenta y pocos, al entregar tres cajas por clase alguien se tenia que
quedar sin leche, ese pequeño problema o diferencia se solucionaba
repartiendo la leche hasta donde llegara. Lo jodido era que tanto a
Sebás como a mi casi nunca nos llegaba. Más adelante se tenía que
pagar y entonces si que no probé ni una entera, (algún que otro trago
probé), lo que no quita que se me olvidara su sabor.
Así era mi clase, unos con leche y otros con cara de mala leche al
ver a los que tenía leche.
Un día de tantos, nos fuimos a jugar a fútbol un montón de la clase,
no recuerdo el motivo, pero tuvo que ser por algo especial. Lo que si
recuerdo es que a un camión de reparto le quitamos una caja o dos de
Ese es muy fresco
refrescos (KAS). Eso nos ayudaría contra la sed. Jugamos el partido
en el campo de fútbol del barranco de “Esplugas” y allí nos bebimos
los refrescos que habíamos incautado por el camino. A la mañana
siguiente, al volver del recreo, cuando entramos en clase y cada uno
estaba en su sitio observemos que junto al maestro, (el infernal), se
hallaba una persona desconocida, (aunque no para mi). Al maestro se
le notaba que estaba muy cabreado, ninguno sabía que hacía aquel
hombre junto al maestro. Este hizo tronar su voz sobre nuestras
cabezas diciendo:
-Este señor quiere hablar con vosotros.
Dando un paso atrás le cedió la palabra. Aquel hombre era el
repartidor de refrescos y quizás el único que supo nada más entrar
que uno de los culpables era yo. Mi tía tenía un bar donde yo iba a
echarle una mano de vez en cuando, (que por norma era casi todos
los días), y de hay venia que lo conociera y tuviera muy buena
relación con él. El hombre nos dijo:
-Ayer me quitaron varios refrescos y me han dicho que los que
fueron están entre vosotros. No me importa quienes fueron, solo me
interesa recuperar los envases, ya que si no los recupero los tendré
que pagar yo de mi bolsillo. La bebida no me preocupa, pero los
envases si.
Se hizo el silencio
El hombre me miró varias veces y me dio la impresión que solo
hablaba para mi. Se hizo el silencio y aunque el maestro pudo decir
que si no se nos caía la cara de vergüenza, la verdad fue que ese
hombre nos dio lastima. Sentí una sensación rara mientras lo
escuchaba y hasta pasados los años no me di cuenta que esa
sensación tan rara que sentí ese día fue por la humildad con que nos
habló. Pienso que tras sus palabras todos quisimos ir a buscar
aquellos envases vacíos que dejamos desperdigados por los
alrededores del campo, pero solo pudimos ir cinco de nosotros, yo por
la confianza que el hombre me tenía, tres más que no recuerdo
quienes fueron y “Lete” porque se lo impuso el maestro como
responsable del grupo. El maestro tenía una vista de lince al depositar
toda su confianza en “Lete”, quizás fuera porque todo lo que hacía le
salía bien. Lo que no sabía el maestro era que “Lete” era el
responsable en la mayoría de las veces de todo los “fregaos”. El día
Aquel hombre
anterior alguien decidió coger los refrescos y si no fue él, raro sería
que si no participó, no andaría muy lejos.
Se nos hizo largo el camino y cuando con los años lo he pensado,
me he dado cuenta que las palabras de aquel hombre nos pesaron
demasiado.
Al final conseguimos recoger casi todos los envases, no por ello
llegamos como héroes al colegio, realmente teníamos en la mente que
Los envases tenian buen valor
al darle los envases a aquel hombre le estábamos confesando nuestra
culpa. No recuerdo que Sebás nos acompañara en aquella misión,
quizás si estuvo, pero el mal sabor de boca que me produjo todo
aquello hace que no lo recuerde. Sacamos varias conclusiones de
todo aquello, pero lo que más se nos quedó fue que los envases
vacíos tenían un buen valor dependiendo de cómo fueran, pero eso es
otra historia.
(Las Fotos son de Faleroni y Google)
Capitulo anterior:

                      Dueños de sus destinos

(Continuara el viernes)

Comentarios

  1. muy bueno me a traido mas recuerdos que cuando lo e escrito,,, no tengo palabras para darte mi agradecimiento por tu lavor , por tu trabajo y dedicacion solo puedo decir gracias juan,, eres un buen tio,,, no encuentro nada que aportar ,,, siento el trabajo que te puedan crear las fotos,,, aunque tu esperencia se nota en ellas,,, sigue a sin no pares no importa cuantas personas puedan leerlo con una sola que lo lea aqunue sea yo date mas que por satisfecho

    ResponderEliminar
  2. Me has hecho pasar un buen rato recordando los tiempos de mi infancia, ya tan lejana y a la vez tan cerca. Fue una época dura, pero no sé por qué, creo que éramos más felices que los niños de ahora. Jugábamos en la calle, nos peleábamos, nos hacíamos nosotros los juguetes, inventábamos juegos, leíamos tebeos...¡y no había televisión!
    Saludos y un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. tremendo viage al passado me pegue ahora, muy buen, saluditos de Isael Mota un brasileño q hizo de las suyas cuando niño jjajaja

    ResponderEliminar

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