DUEÑOS
DE
SUS
DESTINOS
(III)
Por Jeronimo Duran
Vimos pasar las piernas de aquel tío junto a nosotros, pero no pudo oír ni nuestra respiración. Después de merodear un rato por allí, se fue aburrido de nosotros. Solo respiramos cuando nos volvimos a
encontrar todos en nuestra calle, teníamos otra hazaña que contar
Del Capitulo anterior
No sé
qué fue de ella, como tampoco sé nada de las demás. Si alguna vez
nos cruzamos, no nos debimos de reconocer. Aun siendo el mundo
tan grande, el barrio no daba para tanto, por lo que más de una vez
tuvimos que vernos, pero no logro recordarlo
CAPITULO
3- LA CALLE ES NUESTRA
Conseguimos apartarlo y hasta que no salimos todos corriendo, no nos
dimos cuenta que aquellas chavalas estaban frente a un local donde toda su
familia estaba celebrando una comunión de uno de los suyos. Empezó a salir gente
de aquel local como locos detrás de nosotros. Había más gente que en cualquier
carrera de una película de Charlót.
Vivíamos
en la calle y en ella estaba nuestro mundo, nuestro sitio,
nuestro
hogar. Un mundo con muchos caminos por descubrir, con
muchas
veredas por donde andar y muchos barrancos donde poder
caerse.
Unos cogieron un camino, a otros los llevaron por donde
quisieron
y otros directamente se estrellaron simplemente porque
quisieron
tener lo que otros tenían sin que a ellos les costara nada.
Solo
el juego satisfacía nuestras necesidades, mientras jugabas te
olvidabas
de otras cosas. Solo nos preocupamos por la ropa y otras
cosas
cuando empezamos a trabajar.
Aunque
alguno algún beso robó y nunca mejor dicho. Aunque por ello tuviésemos que
correr como nunca por culpa de ese beso, como nos ocurrió con el beso que “Tin robo
.
Aquel
día había varias chavalitas de nuestra edad sentadas en un
portal
junto a la Cruz Roja. “Tin” no se lo pensó y que yo recuerde,
tampoco
nos dijo nada, se agachó frente a la más guapa de ellas y
cogiendole
la cabeza entre sus manos, la beso con todas sus fuerzas en la boca. Las demás
se liaron a chillar como locas, mientras “Tin” iba a lo suyo. “Lete” y yo
tiramos de él y el tío no se quería despegar, para mí que aquello le gusto, se
notaba que se lo había tomado en serio, aunque no hubiera nada de amor en aquel
beso.
Anderson/Faleroni |
Como
muchas otras veces, nos escapamos y nos libramos de las represalias
que pudieran tomar contra nosotros.
Por un simple beso que
“Tin” robó, no veas la que
se lió. No me imagino que pudiese haber pasado si a uno
de nosotros lo hubiesen cogido ese día.
se lió. No me imagino que pudiese haber pasado si a uno
de nosotros lo hubiesen cogido ese día.
En
esos días éramos fáciles de pillar cuando jugábamos a policías
y ladrones entre nosotros. Algunos corríamos más que otros, pero
no se escapaba nadie, sin embargo cuando teníamos que correr por
y ladrones entre nosotros. Algunos corríamos más que otros, pero
no se escapaba nadie, sin embargo cuando teníamos que correr por
algún
motivo, entonces no corríamos, volábamos, el miedo nos
daba fuerzas suficientes para ello.
Un
día, pasando por el colegio de las mojas, no sé a quién de nosotros
le dio por probar a tirar una piedra
por encima del mismo y en ello estábamos cuando
vimos venir a un tío “fuertote” de poco más de veinte años. Arrancó a correr hacia nosotros a unos diez
metros de donde estábamos, tiempo más que
suficiente para nosotros de poder salir de allí a toda hostia. Nos hubiera cogido si no le hubiera ofuscado
su ira, él tío corría un montón, (después me entere
por mi vecina Mari que era el profesor de educación física). Corría tanto que nos llegamos a despistar. “Sebás” y “Lete” al girar en una calle, tiraron para un sitio y yo para otro. El tío no tenía nada de tonto y siguió detrás mío, dando a “Lete” y a “Sebás” por perdidos.
daba fuerzas suficientes para ello.
Lomonosov/Faleroni |
por encima del mismo y en ello estábamos cuando
vimos venir a un tío “fuertote” de poco más de veinte años. Arrancó a correr hacia nosotros a unos diez
metros de donde estábamos, tiempo más que
suficiente para nosotros de poder salir de allí a toda hostia. Nos hubiera cogido si no le hubiera ofuscado
su ira, él tío corría un montón, (después me entere
por mi vecina Mari que era el profesor de educación física). Corría tanto que nos llegamos a despistar. “Sebás” y “Lete” al girar en una calle, tiraron para un sitio y yo para otro. El tío no tenía nada de tonto y siguió detrás mío, dando a “Lete” y a “Sebás” por perdidos.
El
porqué lo hizo, era fácil de entender. Yo llevaba al hermano de “Sebás”,
(Rafa), cogido de una mano y en la otro llevaba “al pecas”, (también llamado
Vicente).Corrí como siempre, acompañado por el miedo hasta que ese miedo me llevo
detrás de la Cruz Roja, que en esos momentos estaba en construcción y debajo de
un camión nos quedamos estirados los tres.
Vimos
pasar las piernas de aquel tío junto a nosotros, pero no pudo oír ni nuestra
respiración. Después de merodear un rato por allí, se fue aburrido de nosotros.
Solo respiramos cuando nos volvimos a encontrar
todos en nuestra calle, teníamos otra hazaña que
contar.Pero nos fue de muy poco.
Lomonosov/Faleroni |
todos en nuestra calle, teníamos otra hazaña que
contar.Pero nos fue de muy poco.
La
mayoría de nuestras aventuras por aquella época, acababan corriendo.
Un
día tras pasar el barranco de detrás de una
Masía de la carretera donde comenzaban los huertos, hicimos la carrera más famosa de nuestras vidas en común. Todavía es hoy
y no me lo puedo creer, quizás porque no tuve tiempo para volver la vista atrás
cuando empecé a correr.
Ese
día fuimos a coger algo que comer. Habíamos estado tres días antes
por allí y nos encontramos con un campo no muy grande de zanahorias.
No era una cosa que pudiéramos comer en casa, por lo que
su sabor nos atrajo, tanto como para volver sin medir las
Masía de la carretera donde comenzaban los huertos, hicimos la carrera más famosa de nuestras vidas en común. Todavía es hoy
y no me lo puedo creer, quizás porque no tuve tiempo para volver la vista atrás
cuando empecé a correr.
Chervinska/Faleroni |
consecuencias.
Esta vez fui yo él que insistió, eran demasiado dulces y me dio por ahí; no era
una necesidad más bien era un placer.
Estábamos
en la faena, cuando vimos tres tíos que venían por el camino
muy despacio, tenían que pasar a la fuerza por delante nuestro,
pero algo les delató y fuimos hacia ellos antes de que ellos
llegaran
donde nos encontrábamos. Aceleramos el paso hacia donde el camino
se abría dejando paso a una explanada bordeada por un lado por un muro.
Aquellos tres tíos seguían a su paso, lo que hizo que nos despistáramos y no echáramos a correr. Se sentían seguros y creían que no escaparíamos y más
de uno cobraría por destrozar su trabajo. Tenían la venganza tan cerca
se abría dejando paso a una explanada bordeada por un lado por un muro.
Aquellos tres tíos seguían a su paso, lo que hizo que nos despistáramos y no echáramos a correr. Se sentían seguros y creían que no escaparíamos y más
de uno cobraría por destrozar su trabajo. Tenían la venganza tan cerca
de
ellos que les cegó.
Vi
como el más joven de ellos asía con fuerza un zacho que llevaba al hombro, lo
bajo y con rabia lo cogía con su mano casi tocando el suelo. No tuvo más que
decir, con ese gesto lo dijo todo. Salimos todos corriendo al tiempo que lo
hacían ellos. Yo habría la carrera y por un momento dude en seguir recto junto
a la valla o rodear al de zacho que se me tiraba encima. No supe cuál era la
mejor acción, pero al tirar con todas sus fuerzas el zacho contra mí, vi que el
mejor camino era el de seguir junto a la valla, allí no habría tiempo para
driblar a nadie. El tío falló el tiro y eso le tuvo que descolocar de tal
manera que no pudo coger a ninguno de los cinco que corrían detrás de mi, ni él
ni los que iban con él. Siempre me he preguntado cómo hostias pudieron pasar mis
colegas, si apenas pude pasar yo. Me tuvo que impresionar aquel tiro del zacho
del muchacho porque no me di cuenta hasta tarde de que los demás tiraron cuesta
arriba y me quede con una sola salida, pero no estaba solo, tenía a mis miedos
conmigo, no había marcha atrás y mientras en un lado del barranco, en la parte
de arriba, estaban mis amigos, en la otra estaban los amigos de los que me perseguían
intentando pararme a base de piedras. Llegue al final del camino, seguido por
dos de ellos, por fin me tenían, el camino continuaba pero para seguir por él
había que cruzar el túnel que pasaba por debajo de la central eléctrica.
Fernando Garcia |
Los
perseguidores debieron de pensar que hasta allí habíamos llegado, yo pensé que
todavía tenía camino por donde correr. Pase todo el túnel corriendo, sintiendo
sus pasos detrás de mí solo tenia una obsesión. Tenía que sacarles ventaja
suficiente en el túnel para que no se pudieran escuchar sus gritos al salir de
él y poner en alerta a los que allí vivían, por lo menos hasta que yo estuviera
a salvo. Cuando ellos salían del túnel yo empezaba a oír sus voces desde la
carretera. Por fin les había ganado, ellos se conocían con los ojos vendados el
túnel, lo que no sabían era que yo también.
Fernando Garcia |
Otra
de las carreras que más recuerdo fue una tarde entrado el
otoño,
que no hicimos nada de lo que teníamos que hacer, ni
sabíamos
a que nos podíamos enfrentar.
Aquella
mañana, no recuerdo como, “Lete” se enteró,(quizás porque
su
padre era peluquero y siempre se enteraba de todo), que Franco,
(aquel
señor que su cara salía en los billetes y monedas, el mismo que en el colegio
nos enseñaban que había salvado a España de los rojos que eran “los aliados de
Satanás”, a quien tanto debíamos y tantas cosas teníamos que agradecer, ese
hombre que era la historia viva de un héroe), asistiría a un trofeo de hípica
en el club de Polo. Uno de los clubs más selectos de Barcelona en aquellos
tiempos y nosotros no íbamos a quedarnos sin ver a un héroe de carne y hueso
presente.
La cosa
era sencilla, solo teníamos que colarnos. En ningún momento pensamos que un
hombre como él estaría más que protegido, (nosotros pensábamos que los héroes
se protegían ellos solos), solo sabíamos una cosa y era que entraríamos por la
parte de atrás. Era un sitio que más o menos conocíamos, pero que nunca antes
habíamos cruzado. Nos dejaríamos llevar por el ruido y eso nos llevaría al campo,
(de entre los campos), donde Franco podría estar. Cruzamos el primero y
ladeamos el segundo hasta llegar a una curva, desde allí se veía todo el campo
abarrotado de gente. En la mitad de las gradas, a la izquierda nuestra, en una
especie de balcón se hallaba él gran hombre, el terror de los rojos y de los
enemigos de Dios. Fue verlo y empezó la gran carrera sin destino, ya que no
sabíamos cuál era el mejor camino para salir de allí. Tres hombres, dos de
ellos trajeados, corrieron hacia nosotros y nos olvidamos de Franco, del Héroe
y de toda su parentela. Los tíos corrían como gamos y nosotros como galgos.
Aquella carrera se convirtió en un maratón entre Gamos contra Galgos, entre
perros de presa contra corderos, entre el odio y la impotencia, contra la
inocencia.
La carrera no tenía la mayor importancia, estábamos más que seguros
que al ritmo que íbamos no nos iban a pillar. Hasta entonces nunca nos habían
pillado y ese no sería el día. Mientras corríamos, vimos un hueco en la valla y
nos dirigimos hacia allí. Solo nos separaban unos veinte metros de hierba hasta
la valla, fue pisar la hierba y los tres al mismo tiempo nos fuimos al suelo.
En ese momento nos entró el miedo de verdad, ese terror que te hace ver que se
te ha caído el pelo, ese miedo que vi después reflejado en muchas películas de
terror. Solo deseábamos salir de allí como fuera, pero aquellas hierbas nos
tiraban al suelo a cada paso que queríamos dar. Vi la sonrisa de uno de ellos
al mirar hacia atrás, ya nos tenían, sentí pánico y ese pánico me hizo volar
hacia la libertad.
Haikeu/Faleroni |
Eltons/Faleroni |
No
estaban a mucho más de dos metros de nosotros cuando
los
vimos caer. Ellos cayeron peor que nosotros en aquel maldito
remolino
de hierbas que no nos dejaban mover. No se nos pasó por la cabeza que a ellos
les pasaría igual o más que a nosotros. Su peso, su fuerza y hasta su mala
leche les jugo en su contra. Tras pasar la valla no nos molestamos ni en
correr, dimos por hecho de que aquella carrera la teníamos ganada. Ellos, a
mitad de las hierbas se dieron por vencidos y sin decir nada, mientras les
echaba la última mirada, me fije como por lo bajo decían: “¡la madre que los
parió!”. Aquellos tíos, esa noche seguro que no durmieron bien. Seguro que
recibieron una buena bronca por haber dejado escapar a tres críos de mierda.
Nosotros
dormimos bien, nadie nos pedio explicaciones, vimos a Franco,(
bueno, la verdad es que más bien vimos a un hombre pequeño
en el sitio en que se tenía que sentar él).”Lete” decía que era él, yo tenía
mis dudas. Los héroes son siempre más grandes. “Sebás” apoyaba a “Lete”, pero
aparecieron aquellos tres tíos y se acabó la discusión.
Asit/Faleroni |
Tengo
un recuerdo vago de aquella imagen de ese señor pequeño, (Tipo
Lete), que según nos enseñaron era lo más parecido a Dios, pero
la escena de las hierbas…,
esa, se muere conmigo. Me pareció que todos los
diablos del infierno nos agarraban con sus manos, no fue un sueño porque esa
pesadilla me duro todo aquel otoño.
Cherenkova/Faleroni |
Hoy
lo recuerdo y no sé por qué ninguno de los tres hablamos del tema, tampoco
ninguno comentamos que una vez vimos a Franco, quizás porque lo mal que lo
pasamos entre aquellas malditas hierbas.
No compensó
la media visión que tuvimos del “Azote de los Rojos”. Hoy, quizas su nombre más
adecuado sería “El verdugo de Dios”.
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Dueños de sus destinos
Dueños de sus destinos. Cap.II
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